
No tengo nada para dar
Mi trastorno límite de la personalidad cursa con tres enfermedades más, que son el TOC, la agorafobia y la depresión mayor crónica, además de un estrés cronificado que ayuda mucho a que desde que abro los ojos cada día la angustia acampe en mi pecho y me de la impresión de que no puedo respirar. No es algo agradable, lo aseguro. Quien ha pasado por ello o pasa lo sabe.
Con mi costumbre de hacer como que sí,que soy borderline pero que no puedo permitir que los demás lo paguen he llegado al infernal punto emocional de haberme acorchado por dentro, como los paneles blancos de poliestireno que una amiga usa para hacer manualidades para ordenar pendientes o anillos.
Llegada a este punto de acorchamiento,que no amurallamiento, he conseguido casi ni sentir ni padecer. Es decir, sé que hay una parte de mí, el alma, donde las cosas buenas y malas llegan pero emocionalmente a día de hoy todo me es bastante indiferente y todo me resbala. Así funciona la mente cuando está colgado el cartel de DANGER.
Seguramente la depresión ha salido a escena y se ha adueñado de mí (el TOC está siempre así que para qué mencionarlo…La agorafobia y el pánico, tres cuartas partes de lo mismo).
Cuando la depresión se recrudece porque he perdido el control no tengo hambre, nada de hambre,necesito más medicación de la habitual (siempre supervisada por mi psiquiatra), se me olvida que cuando hace falta orinar hay que ir al baño ( se me olvida que tengo ganas) y con una facilidad pasmosa pierdo seis kilos en poco más de un mes, además de que mi escasa calidad de sueño se va al infierno. Dicho en román paladino, mi yo operativo se ha ido a la puta mierda.
Quien no ha pasado por esto no sabe de qué hablo y, en muchas ocasiones , seguramente no le importe. La gente está muy ensimismada en lo suyo como para atender a las necesidades de otras personas a las que encima no se les nota que están tan jodidas que con gusto mandarían a la mierda a más de uno casi a diario. Pero no se puede hacer, claramente porque no se puede, punto.
Quien sabe lo que es ser yo, bien porque me conoce muy bien desde hace años o bien porque es un poco como yo y sabe cómo funciono, se da cuenta de mi silencio y ve en él un peligroso aviso de que algo no va nada bien.
Sé que los enfermos mentales no podemos exigir que nadie nos entienda ni haga nada por nosotros, máxime si parecemos altamente funcionales, pero es obligado atender a nuestras propias necesidades cuando estamos en el pozo. Es decir, las necesidades ajenas deben pasar a un segundo o tercer plano porque si un enfermo no es su principal prioridad es como un ciego que guía a otro ciego y ambos caen al abismo.
No podemos dar de lo que no tenemos.
Menos mal que Dios nunca nos deja de Su mano.


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