
Ante una enfermedad mental…
Dejémosnos de intentar que se nos perdone por tener una enfermedad mental o un trastorno de personalidad acompañado de más cosas.
Dejemos de comportarnos como si hubiéramos buscado tener una depresión o un trastorno bipolar o un TLP o esquizofrenia.
Dejemos de sentirnos culpables si los que tenemos alrededor lo pasan mal. Es doloroso que lo pasen mal, claro está, pero repito: nosotros no nos hemos buscando el infierno en que vivimos. Y en infinidad de ocasiones nadie, salvo Dios y nosotros, sabe lo duro que es vivir con esto que arrastramos, con esta cruz.
Dejemos que las personas empáticas, las que nos quieren, las que alumbran con su candil el camino de regreso de una crisis, sea su luz potente o apenas una llama, se nos acerquen y nos recuerden que somos personas,no molestias que la vida ha colocado en la existencia de todas aquellas personas que no paran de quejarse de los comportamientos enfermizos de sus familiares. Dejemos que nos ayuden.
Si para una persona somos una molestia lo tiene fácil: se puede ir, sin más. Nadie con un mínimo de sentido común querría cerca a una persona sin corazón.
A mi edad no quiero cerca de mí a quien no sea capaz de tener la mínima compasión con el sufrimiento ajeno. No quiero cerca a personas que creen que el hecho de tener un familiar enfermo mental es una confabulación del Universo intentando obstaculizar su felicidad.

