
Derechos y deberes
Como en todos los ámbitos de la vida, en los trastornos de la personalidad , en las enfermedades mentales, existen unos derechos inviolables y unas obligaciones ineludibles. Para quien no lo sepa, los derechos SIEMPRE van de la mano, salvo en España, patria de los derechos infinitos, ilimitados y sin caducidad según el color de la piel.
En fin, a lo que voy.
Derechos:
Tengo derecho a sentirme mal, a querer romper cosas y a que cuando digo que me siento mal alguien me escuche o me diga que todo va a ir bien. El hecho de que tenga derecho a ello no significa que nadie vaya a hacerlo ni que me deba llevar un berrinche. Si no tengo a nadie, acudo a mi maletín de la señorita Pepis en la medida de mis posibilidades.
Tengo derecho a no querer ver a nadie si no me siento con fuerzas o con ganas y que me respeten esa necesidad de autoaislamiento. Si alguien me busca porque mi burbujeante máscara (aunque real) le hace falta y yo NO PUEDO, que busque un payaso ( de los que no viven de las subvenciones)
Tengo derecho a que me traten como tratarían a una persona con una dolencia física. Que no se vea mi dolor no significa que no exista. Llevar una escayola o ponerse insulina o estar operado no es más real que tener una depresión o un TLP o un TOC. Y aseguro que una dolencia del alma causa siempre un dolor atroz, que no conoce quien no ha pasado por ello.
Tengo derecho a decir NO PUEDO cuando realmente no puedo. Igual que una persona de las llamadas normales tiene un límite, yo también, y es un límite que además no puedo ni debo sobrepasar, más que nada porque puedo acabar ingresada en un manicomio (donde ya he estado en dos ocasiones) y porque cuando llego a ese punto me resulta muy difícil remontar.
Los DEBERES son bastante llevables pero son también de obligado cumplimiento:
Debo tomarme la medicacion que el médico, y no mi vecina,que le pasó a su prima y a ella le funcionó, me prescriba, y ceñirme a ella. Si veo que no me va bien hablo con el medico y sigo sus pautas. Y desde luego no debo regirme jamás por lo que dice Internet sobre la medicación.
Cada día debo llevar una rutina lo más sobrellevable posible. No sirve con un «hoy no me apetece». El «hoy no me apetece » puede conducir a un mirarnos con tanta autocompasión que carguemos nuestra vida sobre los hombros ajenos…Y tal como vengo repitiendo desde el principio, generalmente o no hay nadie para cargarle o acabaremos por no tener a nadie.
Debo aprender sobre mi trastorno, bien sea con videos, con libros o con lo que más facilito me resulte. Todavía existen personas, entre las que me encuentro, que amamos la lectura casi por encima de todo, y leer sobre lo que nos pasa nos ayuda a saber un poco o ver un poco más claro el camino que debemos seguir si no queremos acabar como el Rosario de la Aurora. Y no,no creo que haya tebeos sobre enfermedades del alma, así que las opciones son o libros o vídeos ( fuera del ámbito propiamente dicho del terapeuta)
Mientras no demuestre lo contrario, debo dejar de lado la idea de que yo sé más que nadie. Si estás teniendo un brote psicótico o un bajón más profundo de lo habitual, está claro que necesitas ayuda, y no vale de nada que digas que tú controlas. Cuando alguien dice que controla, generalmente es que no controla una mierda y está tan aterrorizado porque ve que se le va de las manos que hace lo posible por hacer creer que sabe lo que hace. Afortunadamente, hasta donde me conozco, las crisis ya no me asustan porque aunque las paso muy putas, pero hasta puntos que casi sólo Dios y yo sabemos, sé cómo afrontarlas ( aunque eso no me reste un ápice de sufrimiento)
Y, por supuesto, debo reconocer y aceptar (dos verbos complejos aunque infinitamente simples) que tengo una enfermedad mental ( si no es crónica) o que soy una persona enferma ( si es crónico o se ha cronificado) y que eso no me convierte en un mueble al que no se le quita ni el polvo ni en un estorbo para nadie. Si alguien por estar enfermos nos considera un estorbo, seguramente estemos ante gentuza, y lo mejor en ese caso es abrirle la puerta para que salga de nuestra vida en cero coma y cerrar la puerta con llave para que no vuelva a entrar.

